viernes, enero 04, 2008

mucho mejor que enterrar



Iban alternando la pala. Primero ella, 3 montones de tierra, luego él. La pala volvía a ella y otra vez a él. Cuando empezaba a estar cubierta la superficie de aquello que querían enterrar, tuvieron una idea.

Cocieron todo lo que había en la caja al fuego de una cerilla. Poco a poco maceraba, poco a poco soltando sus mieles, poco a poco ardiendo y volviendo al aire sus amargores. Y poco a poco lo redujeron.

Por fin estuvo lista, y tuvieron ante sí la mermelada de sus días. La metieron en un frasco y se felicitaron por tan buena idea. Y ahí estaba en ese bote envasado al vacío el jugo reducido, la médula, el meollo de la cuestión, protegido de agresiones externas. De vez en cuando habrían el bote y se dejaban embriagar por los dulces vapores de la pasta de historia. Y cada vez que lo hacían, recordaban que bueno fue reducirlo a fuego lento, que bueno no haberlo enterrado bajo tierra. Que bueno extraer lo bueno y aprender a olvidar todo lo malo. Que bueno darle un sentido a los fracasos de la propia vida y no dejarlos vagando por los ultramundos del ideario personal.